Uno de estos días tuve la suerte de ser interpelada con preguntas relacionadas al día internacional de la mujer, el 8 de marzo. Yo no sé si al final alguien va a escuchar lo que dije, o si lo que dije fue coherente, pero el asunto es que me sentí afortunada porque es definitivamente un privilegio poder hablar ante un medio y enunciar los “malestares” que yo como ciudadana puedo tener.
Mi entrevistador insistía en que contara sobre situaciones concretas en las que había sufrido discriminación por el solo hecho de ser mujer, o que recordara situaciones en las que sentí “la desigualdad”. Mi posición subconsciente era negarme a contar cosas privadas y no contesté, evadí la pregunta con respuestas más generales y distanciadas. En esta ocasión tengo la idea de repensar en ciertas cosas que creo son importantes: ¿Qué significa esa “desigualdad” para las nicaragüenses? ¿Cuál es mi percepción de los grupos feministas y sus luchas en Nicaragua? ¿Cuál actitud es la que debemos tener como ciudadanas ante el sistema discriminatorio que existe en nuestro país?
En principio, creo que no se puede ver de manera aislada la discriminación por razones de género de la que somos víctimas las mujeres sin evaluar una serie de ejercicios amenazantes que también discriminan a la mujer nicaragüense en el entorno cultural y laboral. Ya se sabe que quienes abonamos, educamos, graduamos [aunque sea en una universidad de garaje] y hacemos crecer con esmerado cuidado al machismo… somos las mismas mujeres, pero además de eso hay un tremendo aparato segregacionista que opera en los medios de comunicación locales y en la legislación civil y penal correspondientes. Además una buena parte de las asociaciones de mujeres o grupos de mujeres feministas tienen un impacto limitado en unas esferas también limitadas y de corto alcance. Pero todo se conjuga divinamente. Por un lado los y las encargadas/os de hacer las leyes y de mandar a que se cumplan no tienen claro el horizonte de acción en referencia a la protección y amparo de las mujeres trabajadoras, tristemente pierden el tiempo en pleitos bizantinos que nada más hacen la corte al grupo de poderosos de turno que se disputan el poder. Y por el otro lado el gobierno sataniza al movimiento de mujeres trabajadoras, consigue que les corten las ayudas o subvenciones y por su lado las desventuradas feministas se desgastan en implantar modelos foráneos a nuestras realidades tan particulares, se enfrascan en dos cosas: una, los derechos sexuales y reproductivos; dos, la violencia intrafamiliar. Curiosamente estos últimos tipos de grupos de mujeres son los que obtienen con mayor éxito la mayor parte de financiamientos, y nadie quiere financiar a grupos de mujeres artistas, investigadoras, intelectuales o gestoras culturales. Mucho menos que exista un organismo financiero que se preocupe por amparar las luchas de las indígenas y las afrodescendientes.
¿Pero acaso no es un daño grave, muy grave hacia la sociedad entera que no exista la conciencia y las oportunidades para hacer y ver en la cultura un factor de desarrollo?
Nos devora fácil y sin prisa el monstruo del consumismo con cabeza de globalización y verrugas de antena de celular que reina en este momento. Veo con suma preocupación que la mayor parte de mujeres jóvenes, sobre todo, están poseídas por la mentalidad reguetonera, andan muy preocupadas porque le suban el volumen al radio, por la felicidad a corto plazo, a las que no les interesa leer pero sí disfrutar el momento y departir alegremente con los camaradas machoncitos en medio de frases obscenas acerca de las firmas en el ano de la que obsesivamente hablan en los buses los estudiantes universitarios [varones]. Estamos ante la cultura del reguetón. Siendo así, me pregunto: ¿Cómo van a enfrentar estas jóvenes la discriminación? ¿Qué actitudes van a tomar cuando vean que no alcanzan en los requisitos de edad, tamaño, talla, peso, preferencias religiosas, color de piel, preferencia sexual, color de piel o apariencia física, para poder ser candidatas a un empleo digno? ¿Y cómo podemos hacer nosotras para que los organismos financieros tomen en cuenta a la cultura como generadora de desarrollo económico, como generadora de valores ciudadanos?
Comentarios
Pareciese como si las personas se quedaran mudas ante un problema más cotidiano de lo que quisiésemos.
De acuerdo con su punto de vista sobre la poca lectura o investigación. Agrego que muchas de mis compañeras de estudio lo único que desean en las clases de género es hacer comentarios sobre sus relaciones de noviazgo. Así que ni siquiera se plantea un análisis individual de su situación o una agenda mínima para mejorar y tampoco una contraparte reflexiva sobre nuestro rol como hombre de esta sociedad. Mientras tanto aunque la mayoría de la comunidad universitaria es femenina, seguiremos siendo testigo de la sociedad de vitrinas nicaragüense donde todo se vislumbra, pero poco se alcanza.
Byron Delgado Rocha