Los pasos en el piso de arriba parecían los de un animal cansado, gordo y ancho. Yo le había contado a Bernardo que algo estaba cambiando. Anoche me desperté súbitamente cuando escuché que alguien caía como un costal de papas sobre las gradas. Luego, un grito largo, estridente... ¡terrorífico! Por último, una voz de hombre que decía: «—May I help you?» Después hubo un largo silencio que se estiró hasta que los pájaros negros del invierno otra vez cantaron. El tumor que nació en mi axila es cada vez más grande. Siento que crece durante la noche, por eso mis insomnios, la dificultad al respirar, y las pesadillas con estampidas de búfalos salvajes en medio de las avenidas de esta ciudad del acero. Esta mañana, como ha ocurrido siempre, seguí las huellas de destrozos que ocasionó mi hermano, reparé lo reparable y limpié lo que era posible limpiar. Él me ha dicho que juguemos un juego absurdo en el cual sólo somos hermanos imaginarios... me quita la cordura porque hace lo posible para que y...
El espacio en la red de María del Carmen Pérez Cuadra.