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Mostrando entradas de septiembre, 2011

Un carro de marca

La primera vez que vi a una persona vieja, pero vieja de verdad fue cuando me llevaron a despedirme de mi bisabuela Eleonora. Tendría ella unos 110 años, y yo unos seis. La bisabuela se moría y quería verme a mí, su única bisnieta. Cuando entré vi a la abuela como lo que era, un cadáver viviente, su piel colgaba sin ninguna gracia sobre unos huesos que casi se podían distinguir entre los cueritos traslúcidos de su piel. La cuenca de los ojos eran dos aureolas oscuras con un botón negro del que irradiaba una luz casi apagada. Sus venas azules me impresionaron mucho porque parecían telarañas de desgracia, la piel de las manos lucía cubierta de manchas como de hongos en un árbol viejo. Después me pusieron el mejor vestido, y fui la encargada de cerrarle los ojos y ponerle la cruz de madera en el pecho. La abuela había dado todas las indicaciones que tenían que ver con sus honras fúnebres, y yo estaba entre sus planes. Maquillada, con un peinado español muy elegante que cerr