Ir al contenido principal

Entradas

Había una vez una mujer

Cansada de leer y contar pobrezas Despertó. Eso dijo: «Para ver con sus manos al mundo» Parecía simple. Abandonar el sexo Renunciar a la sangre Derrumbar vaginas dentadas, labios babosos de deseo Y erectos campos de placer A cambio del autoconocimiento El antiguo y olvidado cuidado de sí Que implica el amor a los otros Ese día la mujer renunció a mirar al mundo Con aquel único ojo que le habían enseñado a usar Un ojo voluptuoso con grandes pestañas oscuras cargadas de misterio y deseo… Con un apetito infinito por la vanidad Aprendió a usar su otro ojo El ojo herido, el ojo desenfocado, el ojo que por defecto Completa la visión globalizante con conocimientos prehistóricos Y es que la prehistoria es lo que existe antes del texto. Este es apenas un pretexto. Ojalá, espero con ansias Que escriba un joven, una joven Sus primeros postextos.

ANIMAL INÉDITO/ MONÓLOGO DE UNA POETA MENOR

Allí estaba. El joven aprendiz de patriarca, con su lengua de hormigas bravas alimentadas con menta y licor de espinas. Vino para que yo resolviera esta pregunta: «¿Qué tipo de animal sos?» Entonces y ante aquella interrogante vacié mis bolsillos pasé las manos por cada grieta, por cada accidente que he sufrido y pienso, pienso, pienso… ¿Qué tipo de animal soy?, ¿Qué tipo de animal puedo ser yo? Un animal feo y poco llamativo, un animal sexuado, un animal amarrado a un árbol de aguacates morados, un animal anónimo, un animal opacado. Ante esto, el límite se transforma en vértigo que también me interroga: «¿Qué tipo de animal no sos?» Sobre todas las cosas, no soy un animal que está en venta. Soy más un animal alimentado con papel reciclado que vomita por sí solo y no uno de esos que brilla y saca pecho a costa de parentescos o amistades con letrados bergantes. Soy un animal arisco pero osado, un animal astuto que se inventa a sí mismo, un animal que se...